Políticamente Erecto

viernes, 2 de octubre de 2009

Esta entrada es creación de B.tO; mi invitado. Pero como a mí no me quieren en gaycolectivo no les importa que mi invitado no tenga su banderita heptacolorida. Como sea, el post, que es lo importante, está aquí:


¿Te molesta si te llamo puto? ¿Qué tal si te digo loca, maricón, muerde almohadas o sopla nucas? ¿Tú eres machorra, chancla o carpet muncher? ¿Te gusta ser una vestida? ¿O prefieres que te diga Gay, Lesbiana, Bisexual, Transgénero o Intersexual? ¿Lo tuyo es desviación, preferencia o determinismo sexual? ¿Qué no es lo mismo? ¿Estoy siendo políticamente incorrecto? ¡Perdóneme usted, pero esa es mi intención!
Satanizar las palabras siempre me ha parecido una práctica terrible. Puta, por ejemplo, tiene un sonido tan bello que merece ser transmitido en Televisa durante el horario familiar. Pero no, las fuerzas de la censura – por cierto, el término políticamente correcto ahora es discurso selectivo – se escandalizan cuando las letras se unen y reflejan una realidad que nadie quiere ver. Declaro estar completamente en contra de los términos políticamente correctos. Aunque he de admitir que en un principio la idea no es tan mala, existen palabras en nuestra lengua que se han usado con una connotación enteramente negativa y cargada de odio, esos términos han pasado a la historia y a pesar del supuesto avance la humanidad siguen siendo una herida en carne viva que no pueden ser usados sin transportar a quien los escucha a un pasado doloroso, que nadie quiere recordar pero que es imposible dejar atrás.
No se puede negar que las palabras hieren, marcan y no se puede subestimar su poder para permanecer en la memoria colectiva. Sin embargo, el problema de intentar censurar ciertas palabras viene cuando se intenta sanar estas heridas tapándolas, creyendo que si le ponemos muchos curitas a la hemorragia podremos detenerla, o por lo menos hacer que no se vea tan fea. Entonces, endulzamos la realidad, maquillamos el pasado y disfrazamos el presente ignorando que el problema de la discriminación y las soluciones a éste son mucho más profundas, complicadas y representan un reto – decir que tienes un reto es la manera educada de señalar que la estás cagando –enorme para la sociedad, la cual encuentra mucho más fácil negar que estos problemas alguna vez existieron. Y ¿qué mejor manera de negar la discriminación y el racismo que borrar cualquier posible rastro de éstos? ¡Ocultemos la palabra y solucionamos el problema! ¡Ataquemos el diccionario y viviremos por fin en armonía! Pero, ¿si cambiamos las palabras cambiamos los significados? Los promotores de lo políticamente correcto parecen ignorar por completo que el problema está en las actitudes, no en las expresiones. Mucho menos dan señales de estar enterados que la discriminación es una acción inherente al ser humano que todos cometemos diariamente. El simple hecho de tomar una decisión, implica discriminar: observar las diferencias naturales entre dos objetos, personas o circunstancias, analizar y valorar cuál de todas las opciones preferimos. Sopesar las diferencias que marcan a cada quien y decidir qué es preferimos, nada más normal, nada menos penado que eso. Puedo asegurar con toda la tranquilidad del mundo que yo discrimino por lo menos una vez al día, y no me siento culpable. Después de todo, ¿no vivo en una sociedad en la que tengo libertad de discurso, expresión y decisión? ¿No hemos luchado lo suficiente por conseguir estos derechos como para ahora subyugarlos ante la mascarada y el simulacro de batallas que aún no hemos ganado? En Estados Unidos, por ejemplo, un par de hombre anglosajones pueden competir por un trabajo y el empleador puede decidir libremente a quién contratar sin que se le acuse de discriminación – aunque literalmente la está cometiendo -.
El problema viene cuando alguno de estos dos contendientes es negro o mujer u homosexual abierto; el empleador no puede tomar una decisión sin correr el riesgo de ser señalado como racista, sexista u homofóbico. Otro ejemplo, un caricaturista europeo puede sin problemas dibujar una tira cómica sobre los desvaríos y desatinos de la iglesia católica, pero que no se le ocurra dibujar a Mahoma y criticar las conductas y percepciones extremistas del Islam, porque entonces es un periodista insensible, irresponsable retrógrada e inculto. No sé a ustedes pero a mí todo lo anterior me huele a condescendencia. Porque yo soy un ser superior que solía oprimirte, maltratarte, hacerte a un lado, atacarte porque eras inferior y diferente, porque no te comprendía. Ahora te trato con todo cariño y con la más extrema consideración, te doy lugares que no te pertenecen, te llamo nombre que no son tuyos y te doy un trato que no le doy al resto de mis iguales, porque sigo considerándote diferente e inferior, porque sigo sin comprenderte.
Han cambiado las palabras, ahora son más suaves, más elaboradas, más temerosas, más correctas. Sin embargo, la actitud sigue siendo la misma y yo nunca he sido admirador de las soluciones de forma. No voy a negar que aún existen conflictos sociales, desigualdades, discriminación e violencia en contra de cualquier grupo minoritario, al contrario seré el primero en denunciarlos. Sin embargo, estos problemas no tienen base en la discriminación o en la desigualdad; tienen base en el odio, en el miedo, la ignorancia, el sentimiento de superioridad y la opresión. El problema jamás ha estado en la palabra joto está en la manera en la que se dice, en el significado oculto, en todo lo que se enuncia entre líneas. El lenguaje, a final de cuentas no es enteramente objetivo, se presta a interpretaciones y es ahí donde radican los problemas sociales. Las palabras no guardan ninguna intención, no retienen odio, ni lástima; las personas son las que poseen y reflejan en su hablar todas estas características.
El censurar y vetar la mitad de las palabras en nuestros diccionarios sólo porque hieren a ciertas personas no van a resolver los problemas de éstas. Mientras exista alguien que odie o que se crea superior a otro, habrá los términos para ofenderlo y hacerlo sentir menos; mientras tengamos la intención de separarnos de los demás, de no respetar sus diferencias y de querer ser moralmente desiguales existirán los medios para hacerlo. Discúlpame entonces si no soy tan correcto como desearías, pero eres igual a mí y no tengo que llamarte con redundancias de doble moral.

12 comentarios:

Mar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.


NM dijo...

Mucha, mucha razón. Aplausos!

Muy buen post



Anónimo dijo...

¡¡¡Clap, clap, clap!!!
Jijoela Mar, invitadazo de esos deluxe que luego les llaman.
Yo tengo un pequeño problema, es como cuando se tiene cucarachas en la casa, no lo dices porque te avergüenza, te dirán que eres un cochino y así. El caso es que a mí me gusta que me llamen PUTA y a mi noviecito no le gusta, entre otras cosas porque dice que salen en las películas porno y luego le da güeva...
Ayyy la vida. A quién más le gusta que le llamen puta? Tan deliciosa que es la palabra, que te llena la boca y así.
¡¡Clap, clap, clap!!



Zanahoria dijo...

¡Es el mejor invitado que han tenido jamás!
Y no importa que no tuviera su entrada con la banderita, lo hizo aún mejor, já.
Concuerdo totalmente, además, ¿Qué otra cosa nos podrías escribir, Beto, si no son puras maravillas con las palabras y las opiniones precisas?
Bravo.



Jaime Rivera dijo...

El post más inteligente que he leído recientemente.



Mar dijo...

Me enorgullezco de tenerte como mi invitado.

Suavizar las palabras y ponerles moñitos no cambia la repulsión que se siente por el concepto -y no por la palabra- ni los años de sufrimiento que una raza ha soportado, ni tampoco el dolor que la desfavorable condición de otra persona le ha provocado.

Sabía que iba a ser un gran post desde que me anunciaste el tema.
Y no me equivoqué.



Lic. María Esther Gasca dijo...

De verdad que me impresiono muy buen post estre los mejores que he leído!



FAN dijo...

Así es, la negación de la propia condición es un acto de discrimnación; discriminación negativa (osea, no directa o discreta).

No discriminemos. Al negro negro, al blanco blanco, al puto puto. A las cosas por su nombre. Que todos somos seres humanos.

En la diversidad lo más importante son nuestras semejanzas no nuestras diferencias.



Alejandro Rivera dijo...

espichless

*se para, se quita el sombrero y le aplaude*

clap clap clap



ge zeta dijo...

¡Excelente! No more!



Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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