viernes, 20 de agosto de 2010

tú y yo no somos iguales u_u

en alguna ocasión ya se me recriminó en este espacio por tener una suerte de prejuicios a los que yo cautelosamente denominé prioridades para, sin molestar tanto a los paladines de las tiangueras, hacer referencia a cómo todos tenemos algo que en algún momento (que casi nunca coincide con algún momento de intoxicación etílica grave) determina nuestra atracción, indiferencia o incluso repulsión por alguien.
aunque para cada quién el criterio es distinto, todos tenemos nuestras preferencias y muchas veces basamos nuestros límites en dichas preferencias.
un ejemplo, aunque un poco burdo, se me ocurrió el otro día que iba en una calafia.

una de estas preciosuras, pero de otra ruta

para quienes nunca se hayan subido a algo similar, imaginen: son una especie de híbrido entre medio de transporte escolar desechado por el sistema educativo gringo (me atrevo a decir que hace bastantes años) y cucaracha, con una serie de tubos soldados para que se agarre la gente (a veces forrados con una coqueta cinta adhesiva de colores metálicos o negra, si el chofer es darketo) y asientitos de poco más de un metro de ancho adaptados para la (in)comodidad del pasaje, cuyas rodillas muchas veces, por lo reducido del espacio, le van picando la espalda al que ocupa el asiento de enfrente.
estos factores, aunados al inepto modo de manejar del chofer, a la música de banda que suena a todo volumen y a la completa negación del abolengo y la consecuente depresión que implica abordar uno de dichos purgatorios sobre ruedas, casi necesariamente deriva en el mal humor de los pasajeros.

o de mí, pues, de mí cada vez que me subo a una.


bueno, ya contextualizado el purgatorio, vuelvo al ejemplo que había mencionado antes. iba yo viajando en una de esas mugres sobre ruedas, sentadita, mirando por la ventana. de repente, en una parada, se subió una mujer medio mayor... de unos 60 años, por ahí, toda caderona la doña y desarreglada (no como una, que cuando va a pasear en calafia se pone sus mejores galas).
el asunto con la impenetrabilidad de la materia radica en que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, y parece que esta doña no tomó clases de física en la secundaria, porque aparentemente intentó ubicar su majestuoso derrière en el mismo lugar donde tenía yo reposando mis chaparreras.
si bien es cierto que la mayor parte de su trasero la posicionó adecuadamente en el espacio vacío que había junto a mí, el cacho que no alcanzó asiento libre y que me cayó encima sí me molestó bastante, considerando que la doña no se sentó con delicadeza como toda damisela debe proceder, sino que así nada más se dejó caer de sentón.

entonces ahí va la lluvia, toda molesta por la serie de molestadores que trae la calafia per se, más aparte la molestadora corpulencia de la doña de al lado/encima de mí. entonces fue cuando me acordé de otra ocasión en la que iba en uno de esos míticos medios de transporte y junto a mí iba (sin caber bien tampoco) una muchacha delgada, con su cabello largo, lacio y oscuro, y un uniforme de prepa (cabe aclarar que apenas tengo como 20 años, así que no es tan enfermo que me diera cuenta de la faldita de prepa)... la muchacha estaba bonita, pues. y el reducido espacio de los asientos así como la voluntad de la muchacha de no sentarse en el piso y la mía de no recorrerme más hacia la ventana para que cupiera bien y holgadamente, provocó que la chica en cuestión fuera pegadita a mí todo el camino.
como iba con unas amigas, iba platicando y de repente se reía, y su pelo me hacía latigacitos en el hombro.
no me molestaba.
en ese momento yo creo que si se le hubiera ocurrido levantarse y dejarse caer sobre mí igual que la doñita caderona, hasta le habría aplaudido o algo así que reforzara su conducta. aunque quién sabe porque no lo hizo y hasta una urgidita como yo tiene sus límites.
on the other hand, en la reflexión que iba realizando yo durante el viaje en el que tenía la doñita encima de mí, me daba cuenta y agradecía con toda mi alma que tal doñita tuviera pelo corto, porque si de casualidad lo hubiera traído largo y me lo hubiera echado a la cara o a los hombros, yo creo que hasta la demandaba o le daba un codazo, algo que castigara su conducta inadecuada.

así somos (quiero creer): hace poco recuerdo que una jovencita con ojos grandes, pestañas largas y chinas, labios gruesos y rosas, todos antojables, me andaba viendo sabe qué en los ojos, por cuestión de trabajo, y me anunció "me voy a acercar considerablemente, ¿hay algún problema?", yo sólo me emocioné y pensé que el problema estaría en que mi lengua, ente con voluntad propia, saliera y se le acercara también considerablemente, y ella se espantara y gritara y llamara a la policía, pero no pasó.
pienso que si en lugar de ella hubiera sido un wey todo feo no me habría emocionado y si mi lengua se hubiera asomado me la habría cortado o algo así que, nuevamente, inhibiera su comportamiento reprochable.
on the other hand, me gusta pensar que la muchacha esta, en caso de que hubiera sido yo un wey todo feo, o no sé, el fantasma de la ópera, o apestara o qué sé yo, no me habría dicho que se iba a acercar considerablemente, sino que habría sacado unos binoculares muy efectivos y me habría visto de lejos.
me gusta pensar que se quiso acercar considerablemente por mis labios rosas, antojables y esa serie de atributos que ostento en mi rostro, como mi uniceja y mis eventuales bizcos.
aunque claro que no, sé que era su trabajo.

a lo que voy es a que, incluso en las situaciones en las que no consideramos ni siquiera remotamente entablar una relación de pareja (sentimental o de manoseo) con la gente con la que convivimos de lejos o de cerca, nuestras preferencias (no siempre físicas, claro), ahí están siempre, delimitando hasta dónde nos resulta agradable o desagradable tener contacto con determinada persona.

yo, por mi parte (esa parte no, cochinos), prefiero, en el super, pagar en la caja con la muchacha más bonita (si no hay, ni pedo, la que tenga menos fila); en la calafia, sentarme junto a quien se vea que huele menos feo; si me hago un vestido y me van a manosear todo el rack, de perdis que lo haga una chava bonita; si me van a lavar el pelo para cortármelo, igual: en tanto la lengua no se rebele y se asome, no le veo el problema a procurar estar con alguien atractivo un rato.

además de mí, digo...

5 comentarios:

  1. creo que todos somos como tu en cierto momento, yo cuando me subo a los urbanos si vienen lugares vacíos pero no me agrada la persona, mejor me sigo parado, si si, me siento con gusto alevosía y ventaja *_*

    ach me encantan tus post's, solo revisaba que aún continuara y continuara, pero todo tiene su fin, ach

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  2. Pues si, ahi está el limite de gustos pa' recordarte a quien quieres cerca y a quien no xD y que suerte la suya de que se sentara aquella vez una chavita preparatoriana "bien" (o a su gusto jaja)...pff a mi siempre me tocan señoras con sus crios o con la bolsa del mandado T-T

    Igual me encanta como escribes y soy fanSsSsSsSS

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  3. Jajajaja Por lo general, si vamos a pasar cierto tiempo en algún sitio optamos por hacerlo en compañía de alguién agradable, si voy al súper mercado desde que entro miro a alguién agradable me mentalizo y en todos los pasillos me la topo =P (creo que todos hacemos eso)... Lluvia, muy bueno tu post, creo que seré una fan asidua de los viernes.
    Saludos... ;)

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  4. a mi me gustás más desde que me dijiste de tu barbilla de nalguita.

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  5. como me gustas, no mames!

    aunque prefieras a la señorita que te lastima tu cuerpecito y a la de los ojos, y a las que te preguntan por tu tatuaje en el camión y a las de faldita de prepa y así.

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