¿Y bien? ¿Qué quieres hacer hoy? – preguntó Carlos
No lo sé, siempre he tenido ideas locas, no he cumplido todas… - respondió Tavo, prolongando un silencio – Aunque de verdad, por la mente siempre me ha pasado la imagen de estar acostado en la cama, participando en alguna orgía.
Pues bien, no se diga más – agregó Carlos – Esta noche es la noche perfecta. Ve a tu casa, prepara tus cosas y te espero en casa. No tardes en llegar.
Tavo con los labios secos, grandes ojeras y temblando (no precisamente de nervios), salió del auto y se dirigió a casa.
Ordenó sus pertenencias, dobló sus playeras recién lavadas. Acomodó sus fotografías, en donde grandes recuerdos celosamente guardaba.
Tomó un extraño frasco con un líquido extraño y lo puso en su bolso.
Habló con una amiga de lejos por teléfono sentado en el frío piso de su vacío departamento, no había nada más que unas viejas sillas. La hora de la comida había pasado. Recordó las palabras de Carlos y colgó de inmediato. De su refrigerador vacío sacó una hamburguesa fría y la comió en segundos. Cerró la puerta y salió en búsqueda de taxi.
Al llegar a la casa de Carlos, sintió ese frío extraño que no era a causa de una baja en el clima. Era un frío de desconfianza, pero con ansiedad de conocer lo que iba a pasar.
Te esperaba hace rato, no hay mucho tiempo – dijo Carlos.
Verás… estaba hablando por teléf… - respondía Tavo
Shht – fue interrumpido – Pasa, no necesito explicaciones.
Tavo puso su pequeña maleta que traía con él en la mesa de la salita principal. Sentía su corazón latir, la sangre viajar más rápido por sus venas, sentía que la habitación cambiaba de color.
¿Sabes amor?, este día olvidarás todo lo demás. Aunque sé que ya lo has hecho, esta noche es tu noche – le dijo Carlos – Toma, ponte esto – dándole un suave lienzo de seda proponiéndole ponerla en sus ojos – Te aseguro lo disfrutarás.
Tavo accedió sin titubear, colocó el lienzo en sus ojos, no podía ver nada. El suave perfume de Carlos que siempre le enloqueció estaba presente mezclado con flores que adornaban el centro de mesa cuando recordó:
Espera! – Quitándose el lienzo – Casi se me olvida.
Tomó su bolso y de él sacó un frasco, el mismo que preparó en su casa. Pidió un vaso de agua y echó el contenido del frasco en el mismo. Lo colocó en la esquina de la mesa y se volvió a tapar los ojos.
Ahora si… ¿en qué íbamos? – dijo.
Carlos lo abrazó y empezó a besarlo por la frente, lo besó en la nariz y cuando llegó a sus labios hizo una pausa, para entregarle un gran beso de aquellos que pueden robar el alma entera. Un beso profundo, un beso totalmente entregado, realmente un beso.
Tavo estaba helado, un poco asustado, por lo cual no hacía más que dejarse llevar.
Carlos sin dejar de besarlo empezó por quitarle la ropa, primero los zapatos, luego la playera que dejaba al descubierto el blanco y raquítico pecho de Tavo llenándolo de besos. Empezó a juguetear con un pezón y luego con el otro, se inclinó hacía su abdomen y acarició con la lengua su ombligo con tal dulzura que solo provocaban cosquillas en Tavo. Llegó al pantalón, sin dejar de besarle empezó a quitar el cinturón incluido y fue bajándolo poco a poco, hasta dejarlo en calzoncillos.
La idea parecía gustarle, después de ser acariciado por las piernas, empezaba a moverse con un movimiento un poco extraño, un movimiento que denotaba placer.
Carlos se detuvo…
Espera, tengo un regalo que darte – Dijo
¿En este momento? – Dijo Tavo
Es ahora, o nunca – fue la respuesta.
Carlos tenía un paquete escondido detrás de los cojines de un sillón. De él sacó una playera con una inscripción en la parte del pecho que le fue dada a Tavo para después indicarle que se la pusiera.
Tavo no tenía objeción, esta noche él era el juguete y debía adaptarse al juego bajo las reglas de su dueño.
Se puso la playera, una prenda bastante ligera, casi trasparente, para nada ajustada. Estaba hecha de cierto material que con el roce de la piel sentía producirle caricias.
Carlos lo tomó por los cabellos y comenzó a besarle, efusivamente. El tono de las cosas iban subiendo, cada vez más rápido. Le ordenó quitarle la ropa y este lo hizo. Muy despacio, muy suave.
La respiración agitada de los dos cada vez era mas obvia, Tavo no veía nada pero se sentía vigilado, observado, talvez esta idea le excitaba más, pero no lo daba a notar.
Una mano suave se fue a su espalda, acariciándola de extremo a extremo, bajando hasta las nalgas, la otra se ocupaba de su cabello, en la parte de la nuca. Al sentirse tocado en la parte de las nalgas su reacción fue un pequeño salto, seguido por un gemido. La mano entraba al calzoncillo y fue ahí cuando soltó el primer sonido de placer mezclado con miedo.
Tavo por su parte no hacía más que respirar, respirar y besar, al mismo tiempo que sus manos se iban directo a su presa. Lo abrazaba por la cintura, se colgaba de su cuello. Aquella mano que viajaba en su ropa interior le provocaba tanto placer que… de repente… otra mano, una tercera, jugaba con su vientre… se quedó en silencio, no sabía que hacer. El placer se convirtió en miedo, pero estaba seguro y se sentía seguro con Carlos, sabía que esto no iba a pasar a más de lo que él no quisiera.
La tercera mano comenzó a bajarle los calzones, para dejarlo al aire con su pene descubierto, con sus nalgas al aire. La tercera mano era más juguetona, se deslizaba como mantequilla en un sartén, se detuvo en la espalda, para darle entrada a la cuarto mano, la cual se fue directo a su parte más privada.
Al borde de explotar con cuatro caricias de cuatro manos distintas, seguía respirando insistiendo más… Dos de las manos lo condujeron al cuarto de Carlos, en donde fue acostado en la cama, una cama grande. Tavo solo percibía un olor a incienso, todo había sido cuidadosamente preparado.
Los besos no cesaban, y en esta ocasión, unos húmedos labios comenzaron a viajar en la entrepierna de Carlos, lo cual lo llevó a un viaje a lo alto de las estrellas.
La agitación de cada uno de los tres participantes se acrecentaba al ritmo de los besos, las caricias no eran tan cuidadosas, comenzando a ser rudas, un tanto fuertes.
Apóyate en tus rodillas y manos – una voz le dijo – Te quiero penetrar. – Al oír esto, Carlos reconoció el tono de voz de su amado, de su eterno amor. Sin dudarlo se postró ante sus palabras para luego decir:
Protégete. – Dijo Tavo al aire.
Contigo estoy protegido, tus brazos y tu calor lo hicieron desde el primer día en que te entregaste a mí. Las medidas de seguridad ya las tomé. Pero eso es punto y aparte. - respondió carlos.
El ruido de los labios chocando entre s cesó, Tavo apoyado en sus cuadro extremidades esperó, una pequeña corriente de aire visitó su delgado cuerpo, pasando por el cuello, tocando sus pezones terminando por sus nalgas. Segundos más tarde, muy suavemente sintió una gran fuerza empujándolo hacía él.
Despacio!! – Exclamó.
Sus palabras fueron una orden, fueron cumplidas. Fue penetrado de forma tan dulce y tierna que no hizo falta decir algo más para reconocer que se trataba de Carlos. Su amado. Por lo tanto el otro personaje se puso en su rostro, para después darle a probar el sabor a látex que mantuvo en su boca una y otra vez.
El dolor era controlable, hasta cierto punto placentero, tenía lo que quería, y el hecho de no ver nada produjo una extrema sensación de libertad, de seguridad, se sentía solo en su viaje de placer. En su viaje con el cuál soñó por mucho tiempo.
El ritmo cambió, las caricias se tornaron agresivas, en cierto grado excitantes. Sin poder decir algo por tener la boca ocupada, se limitaba a soltar gemidos al viento que se esparcían en todo el cuarto. Pasó mucho tiempo y varias posiciones para llegar al clímax, y cuando esto sucedió, la presencia del tercer objeto se desvaneció, se fue.
Carlos le dio el vaso de agua y se lo dio a beber. Con el lienzo puesto se acostaron en la cama, encontrados por sus brazos.
Te amo, con la misma intensidad que el universo posee para mantener a los planetas en su órbita. – dijo Carlos.
No recibió respuesta alguna, puesto que ese había sido el último respiro de Tavo. Su último beso, su último encuentro.
Estaba previsto que tomara veneno, era lo planeado. Carlos durmió toda la noche a lado de su enamorado. Sabiendo que al día siguiente jamás despertaría.
Tavo era seropositivo, y su último juego, su último deseo fue cumplido por su amado.
Su última ilusión resuelta, fue la misma que le abrió las puertas a su próxima aventura. En donde con seguridad estará esperando a Carlos con una gran sonrisa.
Y así termina esta historia, con dos enamorados abrazados, donde el amor triunfó sobre todas las cosas.
Juntos en la cama, abrazados como cualquier otra noche. Carlos con lágrimas naciendo de sus ojos las cuales terminaban en la frente de su niño. Tavo con su último regalo puesto. Una playera con una una inscripción que decía: “Frágil”.
Fin
(no soy bueno escribiendo este tipo de cosas, pero espero les haya agradado -.-)