De los ingenieros y la homofobia como tabú

Cómo es bien sabido por todos, hace dos semanas regresé a clases. Dadas las circunstancias de mi situación académica no tan favorable –de cuyos motivos no pienso indagar por el momento- me tocó, en la mayoría de mis clases, compartir el aula con compañeros de la generación de ingreso posterior a la mía. Es decir, la mayoría son completos desconocidos y menores a mí. Esta situación me ha llevado a convivir con gente fuera de mi círculo social en varias de mis clases. Yo estudio Ingeniería, y la fama de los ingenieros es bien conocida. Dado el bajo ingreso de mujeres a mi facultad –siendo esta generación de recién ingreso una excepción- no es sorpresa encontrarse con hombres quienes no se cuidan de hacer comentarios a los cuales diferentes tipos de de personas pueden ser susceptibles.

Hablaré un poco del ingeniero promedio. En palabras de un profesor mío, “los ingenieros –promedio, le faltó agregar- sólo saben hablar de carros, mujeres y fútbol”. Los comentarios comunes escuchados en conversaciones de los ingenieros son, para mencionar algunos: “esa vieja si pone” o “Pinche amarrada” o “está bien rica”. Esto respecto a las mujeres. Los comentarios siempre vienen acompañados de un lenguaje más florido al mío –quienes me conozcan en persona, sabrán que esto ya es demasiado lenguaje soez.

Pero mi punto no es esto, sino la baja receptividad ante cosas delicadas. Los ingenieros no tienen –en una gran generalidad- tacto, y mucho menos moderación en sus comentarios y/o opiniones. Esto ha llevado al uso común de chistes homofóbicos y de la homofobia en general. Es común escuchar albures entre dos hombres donde se asustan, como si realmente les fuera a pasar, cuando se hace alusión a ser homosexual. Me llamó esto la atención por dos razones: tengo un compañero, quien iba conmigo en primer semestre, que es homosexual y un nuevo compañero mío pareciera tener varios indicadores de homofobia.

El primero no es un caso grave. Es bien sabida su preferencia, y sus amigos a veces juegan con ello con él. El se les insinúa de esa manera extraña donde es notorio la intención: molestar al buga y nada más. Hasta cierto punto es gracioso, puesto que los demás lo toman a juego –yo no soy tan allegado a él como para ser hecho partícipe de este juego- y la cosa nunca llega a mayores.

El segundo me parece un caso con una gravedad escondida. Yo soy muy propenso a hacer comentarios donde mi preferencia sexual es insinuada a la homosexualidad. Es muy sencillo el experimento. Quienes no tienen problemas con la homosexualidad, siguen el juego; los que no siempre contestan y reaccionan de la misma manera. Primero dicen algo entre las líneas de “¡Hey! No sea puto, yo no le entro a eso” dicho con una inflexión de nerviosismo seguido de un alejamiento instantáneo y físico poniendo en el espacio entre las dos personas los brazos, dando a entender los deseos de alejarse. Esto mismo sucedió en una manera no tan notoria con mi segundo compañero.

Después de eso, se dedicó a intentar dar albures de esos que insinúan la homosexualidad del receptor. Yo no tengo problemas, me gusta pensar que los albures son una manera de seducción la cual debe ser dominada con sutileza y no vulgaridad. Dar a entender el gusto por la otra persona físicamente de modo que la otra persona quiera animarse a un contacto. Entonces, a mis ojos, el inconscientemente está intentando ligarme, lo cual llega a ser una contradicción en su lógica.

Esto es una simple suposición, pero no me deja de asombrar el rechazo ante la sutil idea de la homosexualidad en ciertos sectores de la población masculina. En mi facultad, es casi un tabú. He visto demasiadas reacciones con nerviosismo ante actitudes sugestivas de un hombre a otro que me parece irrisorio.

En fin, esperemos que algún día se les ilumine el camino y aprendamos los ingenieros a ser menos cabeza dura y podamos ser más sensibles al momento de hacer nuestros comentarios, dar opiniones y de enfrentarnos ante situaciones de esta índole.

PD además, se nos olvida como tratar a las mujeres.