La trayectoria de la chancla, parte 3

viernes, 7 de septiembre de 2012

A lo largo de los tres años que se prolongaron mis estudios de educación secundaria, como anticipé en posts de antaño, se fueron acrecentando mis tendencias homosexuales. El primer día de clases me encontré con la agradable sorpresa de que la chamaquita que me había empezado a gustar tanto en la primaria estaba en mi grupo. Desde luego a esa edad, y sobre todo a esas horas de la madrugada (a las siete entraba, luego de haber estudiado toooooooda mi vida en el turno de la tarde), apenas me di cuenta de lo que representaba: tres años más juntas, a lo largo de los cuales habría de hacerme de astucias de viejo mañoso para conseguir demostraciones de afecto de su parte.
Así es, de su parte, es decir, de ella hacia mí.
He de aclarar que la muchachita en cuestión no era la única persona que me gustaba, también me gustaba la maestra de biología; me gustaba una niñita que decía que si me hubiera conocido antes de la secundaria, habría sido su mejor amiga... aunque faltara mucho a clases (seguro me gustaba por su lógica, muy compatible con la mía); me gustaba (cuáááánto me gustaba) un chamaquito que se incorporó al grupo al segundo año, me gustaba y le gustaba yo, pero hasta hace pocos meses, nunca fui capaz de hacerme de astucias de vieja mañosa para conseguir demostraciones de afecto de parte de un dude; me gustaba una jovencita regordeta a la que le encantaba La Ley; me gustaba poquito un prefecto; me gustaban una del D y otra de mi grupo (el A), que estaban en volley... y bueno... no es el espacio aquí para admitir mi cualidad ojialegre, sino lo que marcaba mi gaydad at the time.
Cuando se me acercaba la niña esta que me gustó durante tantos años, enseguida me ponía nerviosa y me sonrojaba. Desde luego, cada vez que se me acerca casi cualquier persona, aún en esta época, me pongo nerviosa y puedo llegar a sonrojarme, pero movida casi siempre exclusivamente por mi fobia social. Con ella era diferente, mi rojez y nerviosismo obedecían a causas más allá de mi ineptitud para relacionarme con las llamadas personas; se acercaba a mí, hablaba conmigo, e inmediatamente yo sentía cositas en mi interior (no diré que también en mi inferior porque francamente no estoy segura de que fuera una atracción sexual tanto como romántica/platónica/emocional): la corriente como de frío caliente que sube por la espalda a veces y a veces baja por el pecho hacia la panza, las manitas sudorosas, la sonrisa instantánea que a veces (para fines de coherencia del discurso) es más un sentimiento interior que un gesto exterior, las rodillas débiles, el friito en la nuca que no se va hasta que ya se alejó la muchachita esta. O también el muchachito, pero él se acercaba menos.
Para segundo o tercero ya estaba yo bien enclosetada, habría sido incapaz de admitir que me gustara alguna niña, pero eso no evitaba que, como ya anticipé, me diera mis mañas de viejo (escasamente) libidinoso para hacerme de abrazos cariñitos regalados por las manos de ella.
La cuestión era inspirarle ternura y con mis ojotes grandes de antaño (las decepciones, desveladas y abuso de estupefacientes los han hecho perder su grandeza) no era difícil. Era cuestión, por ejemplo, de acercarme a ella luego de un juego de volley y decirle, con el tono de timidez que me regalaba la fobia social mencionada anteriormente, "[Nombre]... jugaste bien...", y venía y me abrazaba. Seguido me decía "Lluvia hermosa", acompañando el abrazo, y mientras más lo pienso, y pienso las costumbres que fue adoptando en la prepa, si pienso bien pero siendo malpensada, pienso que podría ser que si en algún momento llegó a experimentar atracción por alguna mujer durante esos años, yo no estaba descartada.
Pero este post no se trata de la prepa.

Seventeen (y fotos de boobies)

domingo, 19 de agosto de 2012

Cuando comencé a escribir en este blog tenía 17. Ahora tengo 21 y no soy en absoluto lo que solía ser. Correspondiente a mi edad y a mis vivencias, mi personalidad y opiniones se fueron diversificando. Y es que es normal, digo, aunque eventualmente se caiga en contradicciones, es parte de la innovación. Hace poco me dijeron "tu no eres la nerdest que conocí" y me alegra, porque qué vergüenza sentiría de haber vivido sin aprender, sin avanzar. He escuchado una y mil teorías sobre que el cambio es lo único constante en nuestra vida, y ni siquiera es una teoría, es un hecho comprobable. Somos acciones, pero más que eso, somos ideas. Y por más que tratemos de seguir en una línea derecha y estrecha en nuestra vida, intentando que nada altere nuestros hábitos o emociones, al final, todo se reforma. Y lo queremos, no? Qué aburrido sería vivir siempre igual, qué fastidioso ser la misma persona durante cinco o diez años o toda la vida, incluso viviendo en la cúspide de la perfección, se tornaría cansado en un punto. 
Todo eso venía pensando hoy en el metro, cuando venía de correr. Venía pensando lo distintas que son mis mañanas de domingo actuales, comparadas a las de hace uno o dos años, cuando ahora, voy a hacer ejercicio, antes apenas venía del antro o de una fiesta. Y no me arrepiento, excepto quizá porque sin alcohol y antros, conocer mujeres se ha vuelto casi imposible (tengan sexo conmigo, por favor, apiádense de mí), pero fuera de eso... estoy bien. Eso venía pensando, justo, cuando en el iPod cambia de canción y se escucha Seventeen de Ladytron, que toda la canción prácticamente repite: They only want you when you're seventeen, when you're twenty-one you're no fun.

Lo juro, juro que pasó eso. Sí, la vida me odia y me lo dice con sus ironías.


 Por último y para no perder la costumbre, ¡Fotos mías!


La primera es cuando tenía 17, en la segunda, tenía 19.




Y a mis 21...




Me crecieron las boobies :3

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jueves, 26 de abril de 2012

Este blog aún sigue existiendo, no se ha publicado nada últimamente, de mi parte, espero pronto volver a la carga con nuevas historias, de momento escribo en mi blog personal y acá, ya ahí se darán cuenta donde mas sigo teniendo actividad en línea.
Adoré este suéter, ¿alguien me lo compra?