Sí, claro que quiero ser tu sombra. Pero no quiero ser la que va arrastrándose, colgada de tus pies cuando caminas. O que se escurre sobre el piso cuando estás nada más de pie.
No es lo mío eso de demostrar el amor o el deseo con abnegación, con acciones dolorosas y degradantes, como en espera de que en algún momento te des cuenta de todo lo que he hecho por ti (sin que me lo pidas), todo el sufrimiento que te he dedicado (sin que quieras que sufra), y decidas recompensarme con un cariño misericordioso.
Claro que quiero ser tu sombra para estar contigo cada momento, y justamente por eso quiero ser la sombra que te acompaña y no la que te sigue. Quiero ser tu sombra, la que se acomoda en cada oquedad de tu cuerpo; quiero ser la sombra alargada que define la forma de tus pantorrillas; quiero ser la sombra que corre desde tu oreja hasta tu cuello y enmarca en el camino, con un ángulo redondeado y fuerte, tu mandíbula.
Quiero ser cada sombra caprichosa, explosiva, que aguarda meciéndose entre tu cabello; quiero ser las sombras rectas que se extienden en tus manos, como abanicos, o como raíces de los dedos cuyas sombras también quiero ser; quiero ser las sombras que dibujan medias lunas debajo de tus senos; quiero ser la sombra honda que dejas adivinar cuando abres la boca, la que escondes detrás de tus labios, la que lame tus muelas.
La casi siempre extensa sombra ubicada en el centro de tu cuerpo, esa sombra que crece cuando tus piernas se estiran unidas, y que mengua a medida que se separan, hasta converger en una sombra de área reducida pero dueña de una profundidad insondable. Esas sombras también quiero ser, como quiero ser las sombras leves, tiernas que señalan la piel de tus brazos en los lugares donde algunas venas disidentes se levantan de vez en cuando.
No es tan fácil, sí sé. Voy a empezar por ser la sombra clarísima y ovalada que se forma en la base de tu espalda. Una sombra escondida de ti. Voy a esperar ahí un tiempo, tranquilizando y alimentando mis planes con ideas minúsculas y deliciosas hasta que llegue el momento. Cuando estés más vulnerable y cuando mis intenciones estén más fuertes voy a atacar.
Y entonces sí, voy a ser cada una de las sombras que aparecen, desaparecen, crecen, disminuyen, caminan y se estacionan por toda tú en función de tus movimientos, de tu respiración, del lugar que decidas ocupar. Pronto voy a haber cubierto la superficie completa de tu cuerpo.
Entonces quizá permanezca por un tiempo ahí, siendo tú, tu lado oscuro. Pero como tampoco es mi estilo quedarme cuidando lo que ya sé que es mío, tarde o temprano me voy a ir a buscar otras sombras que ocupar.
pensando en hilary swank
viernes, 5 de febrero de 2010
Por La Lluviedad Posteado a las 12:51:00 p. m.
Etiquetas: la lingüista que no ejerce, lluvia
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6 comentarios:
La Lluviedad dijo...
...las sombras de rashida jones...
5 de febrero de 2010, 13:49
Max dijo...
Es increíble cómo los textos más románticos lindan con los más psicóticos.
6 de febrero de 2010, 6:22
Noemí dijo...
eres una zorra de sombras D:
zorrasombra D:
6 de febrero de 2010, 10:29
Anónimo dijo...
oye me encantó tu post hermosa mujer de cejas pobladas :)
6 de febrero de 2010, 17:58
Sophie Kriger dijo...
weeeeeey! quéeeepinchemieedooo! ora ya me da miedo la otscuridat de mis sombras también! quién se esconde ahí? dimeee quién? D:
jaja! nocierto, me acordé de Peter Pan y su sombra cuando comencé a leer, pero luego dije "ayy weeey, yo también quiero ser sombra"
xoxo
6 de febrero de 2010, 20:02
Unknown dijo...
que bonito, me gustó mucho :)
15 de febrero de 2010, 17:35
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